lunes, 12 de septiembre de 2011

Fic - Cinderella

Bien, ahora os dejo con el ultimo fic que he escrito... es una (muy) extraña versión de Cenicienta... y nada, espero que os guste:
¿Advertencias? pues que es mas raro que un piojo verde...
Disclaimer: por supuesto, Cenicienta no me pertenece, ni a mi, ni a nadie...


Cinderella

I
 “Cenicienta friega el suelo, Cenicienta pon la mesa, Cenicienta hazme la cama, Cenicienta ¿está la cena?”

L
a joven hacía oídos sordos a la canción que sus hermanastras, Ozonia y Rizotta  habían creado muchos años atrás, ya que cantaban burlonas cada vez que pasaban a su lado.                                 Si, aquel era un día feliz para ella, el día que llevaba esperando desde hacía cuatro meses, el día de la Gran Mascarada que el rey había convocado para que su hijo, el príncipe heredero, eligiese al fin una esposa. Para ello, se había invitado a la fiesta a todas las mujeres del reino sin excepción.                                                                                                                                             Por supuesto, ella no aspiraba a convertirse en princesa, de hecho, ni siquiera lo deseaba. Pero desde la muerte de su padre, cuando ella contaba diez años, no había estado en un baile, y ardía en deseos de hacerlo.
Volvió a mirar de reojo a aquellas dos amorfas criaturas que intentaban en vano parecer hermosas  cubriendo su cara con todos los afeites que encontraban sobre la cómoda. Sin duda eran feas, muy, muy feas. Y muy, muy mal gusto debía tener el príncipe para que alguna de aquellas dos criaturas llegase algún día a convertirse en reina.
-Lucrecia, ¿has terminado ya con tus tareas?
Marietta, la madrastra de la joven, observaba la habitación desde la puerta con el porte autoritario que siempre la había caracterizado.
-Madre, no la llames por su nombre, o pronto acabará pidiéndote una alcoba…
-¡Callaos de una vez y dejad de emborrizaros la cara con pinturas como si fueseis furcias!
- Si madre…
-Y tú- dijo volviéndose hacia Cenicienta, que permanecía aferrada a la escoba y con la vista fija en el suelo,- si has terminado de limpiar ve a vestirte, ya es tarde.
- Si, señora.
Con una breve reverencia, la muchacha abandono la sala bajo las miradas de odio de sus hermanastras. Llevó la escoba a la cocina y tras guardar también el cubo y el trapo de fregar, subió corriendo al desván henchida de una felicidad que llevaba muchos años sin sentir. Cuando por fin llegó a la cámara, encendió los candelabros de la puerta, abrió el ventanuco del techo y se dirigió hacia el fondo de la. Retiró con cuidado un antiguo biombo de madera y ante ella apareció aquello que había ocupado sus veladas desde el día que se enterase de la invitación. Un vestido. Había pasado muchas noches confeccionándolo con retales de cortinas y otros trajes viejos que había encontrado entre los grandes baúles que ocupaban el suelo de la polvorienta buhardilla. Quizás no fuese una prenda espléndida ni lujosa, pero no era feo, y a ella le gustaba. Cuando terminó de ponérselo, se sentó en un taburete cercano y comenzó a peinarse frente a un gran espejo partido por la mitad que descansaba contra la pared. Se recogió el pelo con una vieja diadema que había pertenecido a su madre a la manera moderna, pero no pudo sin embargo, empolvárselo y dejarlo gris como estaba a la moda. Cuando hubo terminado  de ordenar su melena, abrió un último baúl para recoger la pieza final, una fina máscara en forma de mariposa que ella misma había tallado en madera y que tan solo dejaba al descubierto nariz, boca y barbilla.
Una vez terminada de arreglar, la joven bajó emocionada las escaleras y fue corriendo hasta la habitación donde sus hermanastras terminaban de vestirse y de donde provenían los fuertes gritos de Marietta ordenándoles que se diesen prisa.
-¡Ya estoy lista!- dijo al tiempo que irrumpía en la estancia con una enorme sonrisa en la cara.
Al oírla, las tres mujeres se giraron hacia ella sobresaltadas por el grito, y no le gustaron nada las reacciones que provocó en ellas su presencia. Los ojos de la madre de las gorgonas se clavaron al momento en la diadema que adornaba el pelo de la muchacha, y los de las otras dos iban del vestido a la careta y viceversa.
-¿De dónde has sacado este trapo?- Preguntó Ozonia con malicia.
-Lo he hecho yo.
- Vaya, vaya, eso explica muchas cosas…
-Niñas, dejad de parlotear y terminad de arreglaros de una maldita vez.-Ni siquiera al decir esto quitó la mujer los ojos de la tiara.
Lucrecia se dio la vuelta dispuesta a abandonar la sala, pero cuando fue a dar el primer paso, notó que algo detrás suya le impedía avanzar e inmediatamente un chasquido resonó por la toda la planta baja de la casa, un chasquido que detuvo durante unos segundos la circulación de la sangre en sus venas.                                                                                                                                         Cuando su mente volvió a funcionar se giró lentamente hasta quedar cara a cara con Ozorina, que le dedicaba una enorme sonrisa. Bajó la vista hasta centrarla en aquello que buscaba, un enorme trozo de tela que se había desprendido de su vestido… y que permanecía atrapado bajo la suela de su hermanastra.
-Ups, que torpe he sido…    
-Ozorina hija mía, ¿qué has hecho?  
-Mamá, no me mires así, en realidad lo he hecho pensando en nuestra querida Cenicienta. Como ha dicho que ella misma había cosido el vestido, he querido probar su resistencia... Imagina la vergüenza que hubiese pasado nuestra querida hermanita si esto le hubiese pasado en medio del baile.
-Es cierto mamá,-por lo visto Rizotta no quería dejar pasar la ocasión sin dejar su granito de arena,- además, mira esos zapatos de cuero, ¿crees que son los apropiados para un baile real?
-En cualquier caso, este no es el modo de obrar de una damisela Ozonia.- Hizo una pausa para ponerse los guantes y avanzó hacia la puerta.- Vamos hijas mías, el cochero espera. Y tú- se volvió hacia su hijastra con una sonrisa de desprecio en la cara-  solo ten encendido el fuego para cuando volvamos.
-Me… me prometiste… que podría ir…
-Y no lo he retirado, pero dime,-la sonrisa se hizo aún más amplia en su boca- ¿de veras quieres acudir a la fiesta así vestida?
Sin una palabra más, la mujer salió de la casa y, momentos después, como le indicó el golpe de la puerta de entrada al cerrarse, Lucrecia se quedó sola en el caserón. Recogió el retal de tela del suelo, sin creer aún en lo que acababa de suceder, y se lo quedó mirando durante largo rato. De pronto sintió que algo se deslizaba de sus manos y se estrellaba contra el suelo produciendo un gran estrépito al partirse en barios pedazos. La insulsa muchacha siguió el recorrido del objeto y, cuando vio la máscara rota en el suelo, fue inevitable que las lágrimas acudiesen a sus ojos.                                                                                                                                                      Tiró al suelo el retazo de tela y salió de la habitación a tanta velocidad como le permitieron las piernas. No se detuvo  hasta llegar al huerto, donde tuvo que detenerse para tomar aire.  
Las lágrimas inundaban sus mejillas impidiéndole ver nada a su alrededor.                    
Sentía una fuerte opresión en el pecho que le impedía respirar bien.                  
Se asfixiaba.
Tomó asiento sobre una gran piedra de granito y enterró la cabeza entre las rodillas para poder llorar con mayor comodidad.
Si, necesitaba llorar, eso la haría sentirse mejor.
-No arreglaras nada llorando querida, solo ponerte los ojos hinchados y rojos como tomates.
Lucrecia se incorporó de golpe y se giró hacia el lugar del que provenía la voz al tiempo que se enjugaba las lágrimas con las manos.
-Qui… qui… ¿quién anda ahí?
Una figura menuda y regordeta salió de entre las sombras que la gran higuera proyectaba al contraluz de la luna llena.
Se trataba de una mujer mayor, muy, muy mayor. De hecho, por más que escudriñó su cara apergaminada, le fue imposible hacerse una idea de cuál podría ser su edad.
-¿Quién eres tú?
-¿Cómo decírtelo para que lo entiendas…? Soy… tu hada madrina.
-Ya… mi… hada madrina…
-La misma.
-Oiga… no sé quién es usted pero por favor, váyase ahora mismo.
- Vamos, vamos, sentémonos que te explique…
-Pero…
-Vaaaamos.
La muchacha no se sentía con ganas de discutir, por lo que siguió a la anciana hasta el banco de piedra que había unos metros más allá.
-He visto lo que te han hecho esas tres arpías. Tenías muchas ganas de acudir a ese baile, ¿verdad?
- Como que… un momento, ¿cómo salves?… 
- Ya te he dicho que soy tu hada madrina… tengo que saberlo.
- Y si eres mi hada madrina, ¿por qué no me has sacado de aquí antes?
-Bueno… una tiene sus limitaciones. Veras, tras la muerte de tu padre, vine en tu busca para encargarme de ti.
-¿Y qué pasó?
- Pues que tu querida madrastra decidió que prefería encargarse de tu custodia y me impidió entrar en esta casa.
- ¿Y por qué estás aquí ahora?
- Ahora ella no está.
- Ha faltado muchas veces durante todos estos años…
- Pero que yo sepa nunca has estado completamente sola en la casa, como en este momento.
- P…
- Basta ya de cotorrear, si no me equivoco hay una fiesta esperando que asistas a ella.
-No tengo vestido.
-¿A no?
Entonces, Lucrecia siguió la dirección a la que apuntaban los ojos de la vieja, y el aliento se le retuvo en el pecho durante algunos segundos.                                                                                              Nada quedaba ya del modesto traje que ella misma había confeccionado con retales de cortinas. En su lugar, un lujoso vestido como no había visto en su vida cubría su fina silueta.
El corpiño de tela había sido sustituido por un auténtico corsé de ballenas que le elevaba y oprimía el pecho y estilizaba su cintura. Bajo este, una fina camisa de seda se le adhería al cuerpo y cubría sus brazos dejando los hombros al descubierto. Y para terminar, varias capas de faldas superpuestas, coronadas por varios lazos y cintas colgaba de sus caderas. Volvió el rostro hacia la hechicera que la miraba con una sonrisa pícara en la cara.
-¿Pero cómo?… es… es precioso.
- Verdad que si… y mírate los pies
Lucrecia obedeció, y descubrió que los zapatos de cuero se habían transformado en dos hermosos y relucientes  escarpines de cristal.
-Dios mío…
-Bonitos ¿eh?
- Muchísimas gracias… pero… no tengo carroza, ni ninguna forma de llegar a palacio a tiempo.
- Vaya por Dios, pues entonces no hay nada que hacer…- Mientras decía esto se dio lentamente la vuelta  ante la decepcionada mirada de la muchacha, pero entonces, cuando esta había perdido toda la ilusión, la anciana hizo un giro brusco y extendió la mano derecha, con la que empuñaba una larga varita de madera que exspulsó un chorro de chispas amarillas en dirección a la gran calabaza situada en el centro del huerto.
- ¿Qué ha sido eso?
- Vamos, vamos, cállate y mira.
La joven obedeció y observó, planteándose ya serias dudas sobre su cordura, como la hortaliza comenzaba a crecer y crecer al tiempo que su silueta se hacía cada vez más angulosa y recta. Finalmente, y tras varios minutos de convulsiones y chasquidos,  era una hermosísima carroza de azul la que presidía el vergel. Lucrecia abrió la boca con intención de hablar, pero no consiguió que nada coerente saliese de ella.
-Ahora…
Un nuevo chorro de luz salió de la varita mágica, esta vez en dirección a las tomateras. La muchacha  casi lanzó un grito de horror al ver el nutrido grupo de asustados ratoncillos que corrían en todos los sentidos, sin embargo, le llamaron más la atención los graciosos giros de muñeca que su supuesta madrina ejecutaba en dirección a los animalillos. Cuando el suelo se hubo despejado, solo quedaron a la vista seis roedores, que parecían seguir los pasos de la calabaza. Comenzaron a crecer y crecer hasta que, finalmente, quedaron convertidos en seis magníficos caballos blancos que miraban nerviosos su recién estrenada anatomía.
-Y por último... 
Con un ágil y rápido movimiento, el hada madrina agarró por la cola tres lagartijas y las lanzó varios  metros hacia arriba. Cuando cayeron al suelo, y  tras ser apuntados por la mágica varita, habían dejado de ser reptiles para convertirse en un trío de elegantes lacayos ricamente vestidos que, a una orden de la anciana, corrieron a amarrar los caballos a la carroza.
-Increíble…
- Bueno, bueno, cierra ya la boquita que no te entren moscas y corre al baile, que la noche es joven, pero se acaba…
Una vez subida en el coche, y cuando se disponía a pedir al cochero que azuzara a los caballos, vio la menuda figura del hada asomada a la puerta del vehículo.
-Antes de marchar, quiero darte dos cosas. La primera es un último regalo. Si no me equivoco la fiesta es una mascarada.- Al decir esto, extendió una mano con la que sostenía un objeto oscuro, una fina máscara de ébano con forma de cara de gato.
- Es preciosa…
- Si que lo es, pero ahora abre bien las orejas porque la segunda cosa que voy a darte es una advertencia. Con la última campanada de medianoche, todo volverá a ser lo que era, así que escucha atentamente: en el jardín del palacio, al bajar las escaleras, encontraras una pequeña placita con una estatua, a mano derecha, un pequeño caminito lleva a una segunda plaza, esta con una fuente en el centro. Pues bien, a las doce de la noche, quiero que estés al lado de la fuente, y que cuando el agua se ilumine, te metas dentro al instante.
-¿Qué me meta en el agua? Pero…
-Ni pero ni manzana, niña, recuerda lo que te acabo de decir porque, si no lo haces te aseguro que te arrepentirás…
Tras decir esto, el gesto severo dio paso a una dulce sonrisa que hizo que Lucrecia se tranquilizara.
-Y sobre todo… pásatelo muy bien esta noche querida. Te lo tienes merecido.
Entonces, la puerta se cerró y la carroza abandonó veloz la casona, dejando atrás a la mujer que había alegrado su penosa vida y que aún oía repetir la advertencia que le había dado.
<<A medianoche, todo volverá a ser lo que fue>>
********

Lucrecia no podía creer lo que estaba sucediendo. Echó otro vistazo a su alrededor para comprobar cómo, efectivamente, las miradas de la mitad de los invitados seguían fijas en ella. Los ojos que la observaban reflejaban todo tipo de emociones. Los jóvenes la miraban con deseo y embotamiento, mientras que los rostros de las mujeres iban desde la admiración hasta el más tremendo odio pasando, por supuesto, por la envidia.
Había llegado tarde a la fiesta, y cuando se dio cuenta de ello temió que le impidieran el paso. Sin embargo, y como comprobó aliviada, las puertas del palacio permanecían abiertas desde el comienzo hasta el fin del baile, y en todo momento los invitados podían entrar y salir a su antojo.
Recordó brevemente como la intención de toda la corte se había centrado en ella al entrar por la puerta, y no pudo evitar volver a sonrojarse por la vergüenza.
La potente voz del director de orquesta la sacó de su ensimismamiento.
>>Dios mío- pensó desesperada- otra vez no<<
Aquella sería la decimoquinta pieza que se tocara desde su llegada, de las cuales se había visto obligada a bailar once debido a la insistencia de las invitaciones.
-Disculpe señorita- una voz a su espalda la hizo dar un respigo-¿haríais el favor de concederme este baile…?
Lucrecia se volvió decidida a darle una rotunda negativa que sus pies ya exigían a gritos, pero no fue capaz de formularla, pues boca y cerebro ser le paralizaron al comprender quién la estaba invitando a bailar.
El príncipe. El príncipe o alguien que vestía igual que el. 
La bastó un breve vistazo a las miradas rencorosas del resto de mujeres para comprobar que, efectivamente, se trataba del heredero a la corona.
-¿Qué me decís?
La pobre muchacha apenas consiguió que sus neuronas reaccionaran lo suficiente para hacerle cerrar la boca e inclinarse en señal de respeto.
Oh, vamos, ahórrate las reverencias, esta es una noche de iguales… y aunque no lo fuese, no me siento merecedor de los halagos de tan bella criatura.
-S…si…si,…claro…
-¿Cómo decís?
- El… el baile.
- Oh, claro, que estúpido… perdonadme por mi despiste.
Automáticamente, el joven agarró a la absorta muchacha de la cintura y, cogiéndole la mano con delicadeza, comenzó a danzar siguiendo la melodía que los violines marcaban en ese momento.
A partir de aquí, Lucrecia perdió por completo la noción del tiempo, deslizándose sobre la pista de baile como jamás habría soñado en hacerlo y sin poder retirar la mirada de los hermosos ojos almendrados de su compañero.
Ninguno de los dos pareció dispuesto a separarse del otro cuando la orquesta se acalló, y así, la absorta Cenicienta perdió la cuenta de las numerosas piezas que se sucedieron una detrás de otra.
De pronto, un sonido se abrió paso en la cabeza de la joven… un sonido que, sin duda, no pertenecía a la orquesta… un sonido que, tras ser identificado, hizo explotar la mágica burbuja que la envolvía.
Fue la segunda campanada la que la hizo reaccionar. Se separó de golpe del príncipe y emprendió una desesperada carrera hacia las puertas que daban a los jardines. Sin hacer caso a las atónitas miradas de los asistentes, consiguió salir del palacio y comenzó a bajar la enorme escalinata de la cual, por cierto, su querida madrina no había dicho ni una palabra.
Se encontraba ya en el último tramo de escalones cuando notó una extraña sensación al pisar el suelo con el pié derecho. Tardó unos segundos en comprender lo que había sucedido. Se giró rápidamente buscando con la mirada el zapato que había quedado atrás, pero, antes de que acertase a cogerlo, se dio cuenta de la sombra que se cernía sobre ella. Alzó la vista y comprobó horrorizada que el príncipe estaba a punto de llegar hasta ella. Apartando la mirada de la pieza de cristal, reanudó la marcha hacia su destino. Giró hacia la derecha tal y como le había indicado el hada y, por fin, la imagen de la fuente se formó ante sus ojos.
Sin embargo, la alegría duró poco, pues lo que se mostraba ante sus ojos no era ni mucho menos alentador.
Es círculo de luz en el que debía introducirse, se hacía cada vez más pequeño, y si no se daba prisa, no tardaría en desaparecer.
Se acordó entonces de las campanadas, que sin duda debían haber terminado ya, y haciendo acopio de todas sus fuerzas, esprintó todo lo que pudo hasta que, oyendo de fondo el grito de asombro del príncipe, se sumergió en el ya casi extinto círculo de luz.


II

Lucrecia abrió los ojos desorientada.
Se llevó las manos al empapado vestido, pero comprobó, con gran asombro, que se encontraba completamente seca. De hecho, y como descubrió consternada, aquella lujosa prenda había desaparecido por completo, siendo sustituida por el traje que ella misma se había tejido, aquel que aparecía rasgado por detrás gracias al finísimo humor de su querida hermanastra .
Había otras cosas, sin embargo, que llamaban su atención con más fuerza que el recuerdo del incidente de esa tarde.
De hecho, fue esa última palabra en su cabeza la que la hizo abrir los ojos de forma desorbitada. La tarde. Observó completamente desconcertada el enorme y rojizo sol que se ponía en el horizonte…
-No puede ser…
¡Estaba atardeciendo!
Debía de estar soñando, no había otra manera de explicar que, cuando apenas habían pasado unos minutos desde que escuchara la última campanada de las doce de la noche, estuviese contemplando aquel magnífico atardecer.
Una fuerte bofetada en la mejilla izquierda la hizo abandonar su incredulidad y girarse alarmada.
Frente a ella, encontró un rostro desencajado que tardó unos instantes en reconocer…
-¡Creía haberme explicado bien!¡Pero por lo visto me toco una ahijada un poquito corta de entendederas!
-¿Qu-qué pasa…?
-¿Que qué pasa?-con una fuerza que parecía impropia para su edad, el hada madrina aferró su cara y la obligó a mirar hacia la puesta de sol- mira ahí.
Al principio, Lucrecia paseó su mirada por el horizonte sin saber a qué se refería, pero entonces lo vio. Una carroza, o mejor dicho, su carroza, ascendían por una colina cercana.
-¿Eso es…?
- Eso eres tu camino a la maldita fiesta.
- N-n-no… no puede ser…
- Pues es, ya ahora vas a tener que reparar tu error.
-¿¡Pero qué está pasando aquí!?- chilló la joven sin entender nada.
Al observar esta reacción de su parte, el rostro de la anciana se dulcificó un poco y, con un suspiro paciencia, se dispuso a explicar lo sucedido.
-Bien, dime hija mía, ¿recueras que es lo último que te dije antes de que dejases de oírme?
- Si, dijiste que todo…
-Que todo volvería a ser lo que fue.
-¿Y qué quería decir con eso?
- Ahí es donde quiero llegar… Cuando dije que todo volvería a ser lo que fue, no me refería a que la carroza y los caballos regresasen a su estado natural, sino a que TODO volvería a ser como era antes de mi llegada. Tú regresarías al momento antes de que nos conociésemos y, de esta manera, tu habrías tenido tu baile y todo hubiese transcurrido con normalidad.-La cara de la anciana se endureció antes de seguir hablando.- Pero no hiciste caso, y ahora, además de aquí, estas subida en esa carroza.
- Eso… eso es imposible…
- Tu misma has visto la carroza.
- Pero…
-No hay tiempo de más peros, ahora ya sabes lo que ha pasado y te toca enmendarlo. Con un movimiento de varita, la bruja volvió a transformar el destrozado vestido en otro mucho más lujoso. Tras un breve vistazo, Lucrecia llegó a la conclusión de que el de la vez anterior había sido más bonito. 
Unos minutos mas tarde, y tras otra sesión de hechizos silenciosos, el Hada Madrina le anunció que todo estaba listo para la marcha. Montó en una imponente carroza negra tirada por un par de caballos del mismo color y guiada por un sombrío conductor que nada tenía que ver con los lacayos-lagartos que la había acompañado la vez anterior.
-Toma,- le dijo la hechicera entregándole una máscara azul con forma de mariposa,- asegúrate de que en esta ocasión tú y tu otra tú os metéis en la fuente antes de la última campanada o ya nada podremos hacer. 
-Si…
- Ah, y sobra decir que nadie, NADIE, debe reconocerte, y aún menos la otra Lucrecia.
- Y por qué no, sería más fácil si se lo dijese.
- Dime, ¿qué crees que pasaría si ella, que no sabe nada de los viajes en el tiempo, se encontrase frente a frente consigo misma?
- Bueno, y ahora vete. Y recuerda, ambas debéis me teros en la fuente antes de la última campanada de media noche.
Y con un fuerte portazo, Lucrecia volvió a salir del caserón familiar en dirección al palacio real.

III

Lucrecia bajó del carruaje y comenzó a subir los escalones del palacio con mucha más seguridad que la vez anterior, no solo porque ya conocía el camino, sino también porque esta vez no era el centro de todas las miradas. La gente la observaba con sorprendida, pero pronto dejaba de prestarle atención para centrarse en la protagonista indiscutible de la noche, Ella misma. No pudo evitar una sonrisa ante este pensamiento.
No le resultó demasiado difícil encontrarse a sí misma entre la multitud, pues solo tuvo que seguir la dirección de las miradas de la gente.
Por lo visto, había llegado justo en el momento en que la invitaba al primer baile de la noche, pues ante ella, el joven Ricardo de Monteur  le proponía que la acompañase a la pista.
-My lady,- una voz juvenil la sacó de sus cavilaciones- os importaría concederme este baile.
- No tengo intención de bailar esta noch…
Había intentado sonar convincente, pero al volverse para encarar a su interlocutor, se encontró con un rostro que conocía perfectamente.
-¡Tú!
- ¿Lucrecia? No puede ser, ¿de dónde has sacado estas ropas?
- Jake…
En un primer momento, la joven pensó que el haberse encontrado con su amigo de la infancia constituiría un serio problema, sin embargo, una idea tomó forma en su cabeza al instante.
-¡Jake!-Volvió a repetir con cierto tono de sospechosa alegría en la voz.
- Está bien, dime ya lo que quieres.
- Hay que ver qué bien me conoces…        
- ¿Me vas a decir que pasa aquí?
- Te prometo que te lo explicaré todo, pero prométeme tu a mí que harás lo que yo te diga sin rechistar.
- Espero que esto merezca la pena porque sino…
- Te prometo que valdrá la pena, pero ahora escucha. ¿Ves a aquella muchacha, la del vestido rosa?
- Como para no verla…
- ¿Ves que la  han sacado a bailar?
- si…
-Bien, pues quiero que te pongas a un par de metros de donde estaba antes de que se fuese y que te quedes ahí sin perderme de vista.
-¿Pero qué…?
- Calla y escucha, dentro de un rato, el príncipe se acercará a invitarla a bailar, si, no me mires así, ya te explicaré como lo sé… El caso es que, cuando yo haga una señal, te acercaras a algún joven noble y le dirás que la muchacha te manda a decirle que le gustaría bailar con él, pero que es demasiado tímida para acercarse… ¿Entendido?
Jake se la quedó mirando durante unos instantes dudando seriamente sobre la salud mental de su amiga, pero finalmente asintió entre resoplidos y se encaminó hacia su posición.
-Me debes una muy buena explicación Lu.
- Y te prometo que la tendrás, pero ahora vete.

Aquello fue mucho más pesado de lo que había imaginado, pues tras asegurarse de que Jake cumplía su palabra, no hubo mucho que hacer aparte de centrar su atención en el príncipe y negar cualquier petición de baile. En varias ocasiones estuvo tentada de salir al exterior para sentarse y descansar las piernas un momento, sin embargo, le había dicho a su amigo que no la perdiese de vista y escabulléndose a los jardines no le ayudaría en absoluto. Las horas pasaron una de tras de otra con una lentitud que la joven jamás habría imaginado posible. No tardó en perder la cuenta de los bailes que ella misma efectuaba unos metros más allá y en suavizar la intensa vigilancia sobre el heredero. De pronto, la conversación que mantenían  dos muchachas algo mayores que ella a su lado llamó poderosamente su atención.
-Sinceramente no se que le ven, no es nada del otro mundo…
- Además, se nota que es una novata en esto, no ha sido capaz de negarse a ninguna petición…
- Pero hay que reconocer que tiene aguante, no todas son capaces de aguantar tantos bailes seguidos sin caer en el sitio…
- Si, ¿cuántos lleva ya?
- Creo que con este hará catorce…
>> Catorce, catorce, catorce… Si, si las cuentas no le fallaban había llegado el momento.<<
Sus sospechas se confirmaron cuando, al fijar su atención en el príncipe, vio las fugaces miradas que lanzaba a su otra yo mientras se disculpaba ante sus interlocutores para abandonar la conversación.
Inmediatamente, se volvió hacia Jake y le hizo señas para conseguir llamar su atención. El joven asintió y se dirigió al hombre más cercano.
Lucrecia vio nerviosa como el príncipe, que había terminado de excusarse, avanzaba ya hacia su otra yo. Entonces, volvió a mirar hacia su amigo, y lo que encontró no le gustó nada. Jake,  que le lanzaba miradas de preocupación, intentaba ahora convencer a otro noble de la petición de la muchacha.
Había sido una estúpida, ¿cómo iba  a tomarse un noble en serio las palabras de aquel campesino desgarbado?
Un nuevo vistazo al príncipe, y comprendió que tenía que pensar en otra cosa, pues este ya había entablado conversación con la boquiabierta muchacha (¿en serio había puesto esa cara de estúpida?)
- Lo siento mucho Lu,- Jake la miraba con cara de preocupación- no me han creído…
- No te preocupes, muchas gracias.
- Bueno, ¿y dónde está esa explicación?
- Te prometo que la tendrás, pero ahora déjame en paz, tengo que pensar.
- Pues ala, que pienses bien y mucho,- una sonrisa pícara ilumino el rostro del muchacho- yo me voy a ver si consigo levantar alguna enagua…
Como única respuesta, Lucrecia puso los ojos en blanco y lanzó un bufido al tiempo que su amigo desaparecía entre la multitud. Tenía que pensar algo, y pronto…  eran ya las once menos cuarto y, si no hacía nada, la escena volvería a repetirse, su otra yo no llegaría a tiempo a la fuente, y todo estaría perdido…
Los minutos pasaban, y la muchacha seguía sin encontrar una solución a su problema… entonces, cuando ya estaba a punto de darse por vencida, vio que un lacayo real se acercaba al príncipe por la espalda y le susurraba algo al oído.
-¡Claro!- gritó, y toda la gente que se hallaba a su alrededor la miró con escepticismo…- Lo… lo… lo siento…
>> Como no lo había pensado antes,- dijo, esta vez para sí,- es lo más sencillo, solo tengo que andarme con un poco de cuidado para que no reconozca la voz…<<
Y sin más demora, se encamino hacia la pareja que era el foco de atención de los asistentes a la fiesta y, cuando los pasos de baile llevaron a la otra Lucrecia a darle la espalda, se acercó a ella de la misma manera que lo hiciera el mayordomo con el príncipe y le susurró:
-Recuerda… a las doce, todo volverá a ser lo que fue. Solo quedan veintidós minutos… vete cuando termine la canción…
***
La aludida se giró sobresaltada al escuchar estas palabras, pero  su anónima interlocutora se había perdido entre la multitud.
-¿Qué te pasa?- preguntó el príncipe preocupado.
-No… nada… solo me ha parecido oír… nada, déjalo…
La pieza se alargó durante un par de minutos, y cuando terminó y los músicos comenzaron a preparar la siguiente partitura, la joven se separo de su pareja como si este la quemara.
-Tengo.. tengo que irme…
-Pero…
-Adiós…
Sin una palabra más, Lucrecia echó a correr hacia la puerta que daba al jardín ante la mirada atónita de todos los asistentes.
Salió al exterior y comenzó a bajar la escalinata de mármol. Escuchó a su espalda los gritos del príncipe al llamarla, pero hizo caso omiso de ellos y siguió corriendo. Ya en el último tramo de escalones, tropezó con una piedra pequeña. Logró reponerse antes de caer al suelo, pero no pudo evitar que uno de los zapatos de cristal se le saliera del pié. Se giró un instante para comprobar para comprobar que efectivamente había perdido el zapato, y que el príncipe no tardaría en alcanzarla, por eso no pudo ver a la persona que la agarró por la espalda y tiró de ella hacia atrás, haciéndola atravesar uno de los setos plantados junto a las escaleras.
***
Tras susurrar aquello a su otra yo, Lucrecia se perdió entre la multitud y salió al inmenso jardín. En un principio pensó en dirigirse hacia la fuente y esperarla allí, pero cuando ya estaba a medio camino, adivinó lo que pasaría momentos más tarde; el príncipe no dejaría que la muchacha se fuera sin más y, probablemente, saldría detrás de ella… al fin y al cabo, es lo que había pasado la vez anterior. Corrió hacia las escaleras y, cuando llegó, decidió esconderse detrás del gran seto que estaba plantado a la izquierda.                                                         Escuchó el final de la canción y, momentos después, se vio a si misma salir corriendo por la puerta seguida por el príncipe, que le pedía que se parase. Comprobó que la fugitiva corría muy pegada al seto, y una idea tomó forma en su cabeza, y cuando la muchacha paró justo a su lado para mirar hacia atrás, la agarró por la espalda y tiró de ella con fuerza.
-Sígueme…- le susurró a su desconcertada doble, que obedeció al instante.
-O… oye… - dijo ésta un rato después, cuando llegaron junto a la fuente,- ¿qui… quién eres tú?
-Yo… yo soy… una enviada de tu hada madrina… sí, eso… para asegurarme de que llegas a la fuente a tiempo.
- Tu voz me suena…
-¡NO! Quiero decir… no… no puede sonarte- se excusó cambiando su tono de voz,- no nos hemos visto nunca…
En ese momento, el tañido de una campana anunció la medianoche, y el agua de la fuente se iluminó con un brillo azulado.
-Métete dentro.
-Eh… si.
La joven se remangó los bajos del vestido, y se fue introduciendo poco apoco en el agua. Al principio, no pasó nada, pero una vez estuvo del todo dentro, fue como si el líquido se la tragara, lentamente, fue descendiendo, y lo último que Lucrecia vio de ella fue el enorme moño que, que finalmente terminó por desaparecer también. En cuanto esto sucedió, se dispuso a introducirse en el agua, pero cuando comenzaba a subir un pie, alguien la detuvo.
-Valla, pensé que no te encontraría… hasta te has tomado la molestia de cambiarte de vestido…
La muchacha se giró con el rostro desencajado por la angustia, para comprobar que la persona que le hablaba era ni mas ni menos que el príncipe.
-Yo… no… creo… que te equivocas… yo…
-Vamos… no digas tonterías, imaginaba que eras tu, pero ahora estoy seguro, recuerdo perfectamente tus ojos, tu voz… tus labios…
Lucrecia fue a decir algo, pero los labios del heredero al trono acallaron los suyos propios con un suave beso.
-No… dijo separándose bruscamente… yo no… te equivocas… de verdad…
-Oh, vamos, no seas tonta, además…-el príncipe le mostro algo que sostenía con la mano derecha- tengo tu zapato… Lo he estado mirando, y he visto que esta hecho a medida para un pie concreto, si te viene…
Sin ser consciente de lo que hacía, Lucrecia alargó la mano y le dio un manotazo al zapato, que cayó al suelo y estalló en mil pedazos.
-Vaya… a sido… sin querer….
 Al principio, el príncipe se quedó quieto, boquiabierto, pero luego, una sonrisa pícara iluminó su rostro, y con un movimiento brusco, levantó la falda de la joven dejando al descubierto sus pies, uno descalzo, y el otro encajado en un zapato idéntico al que acababa de romperse.
-Tranquila,-añadió sonriendo,-por suerte tienes la pareja…Venga, acompáñame adentro… quiero presentare a mi padre.
Con una última mirada de desconsuelo al agua de la fuente, la muchacha  obedeció y acompañó a su príncipe al interior del palacio.

IV

Lucrecia paseó su mirada una última vez por los interminables campos de labranza y corrió las pequeñas cortinas de la carroza. Aún no podía creer que aquello fuera cierto… iba a casarse con el príncipe Marco, en menos de una semana, dejaría de ser una criada para convertirse en princesa de un reino…
-¿Emocionada verdad?- preguntó una voz conocida a su espalda.
La joven se volvió sobresaltaba para encontrarse cara a cara con la anciana que decía ser su hada madrina.
-Hola…
-Vanduria, mi nombre es Vanduria, siento no habértelo dicho antes…
-No… no pasa nada. La verdad es que tenía ganas de verte… para darte las gracias…
-Oh, no las merece querida, para eso estamos.
-… y preguntarte una cosa… ¿Qué pasó? Quiero decir… la otra yo se metió a tiempo en el agua, pero yo no…
-Hija mía, el tiempo es algo caprichoso, y ni siquiera yo, que llevo estudiándolo durante siglos, he conseguido entenderlo… por lo visto, al enviar a la otra Lucrecia a tiempo, arreglaste tu falta, y todo continuó como si nada hubiese pasado… y ahora mírate… vas a ser una princesa preciosa…
-Muchas gracias… la verdad es que estoy muy nerv…
La joven se interrumpió y parpadeó varias veces asombrada. Tan silenciosa como había llegado, Vanduria, su hada madrina, había desaparecido…

FIN

Mil disculpas por como se queda la cancioncilla del principio, pero es lo mas derecha que he podido ponerla...

-Giff-

domingo, 11 de septiembre de 2011

Art - Alicia.

Y a cuento con el fic de Alicia, os dejo tres fan arts de la la misma por el orden en que fueron hechos (hay bastante tiempo de unos a otros, como podreis comprobar):




-Gliff-

Fic/Art - Sencillamente Arthur y Merlín.


Buenas, soy Branya. Este es un fic que escribí hace bastaaaante tiempo, el primero que hice de Merlín. Obviamente los personajes no son míos y patatín patatán. Humm ¿Advertencias? Pues es slash, así que a quien no le guste tiene una flecha preciosa en la esquina superior izquierda de la pantalla que le lleva a la pág. anterior ^^.
 De paso, un dibujo que hice de la pareja en alguna tarde aburrida : )






Sencillamente Arthur y Merlín


El joven mago tropieza con un “algo” no especificado en el suelo y cae hecho un lío de piernas, brazos, espada y armadura que le viene demasiado grande y pesa casi tanto como él. Y al verlo, el príncipe estalla en carcajadas.
-¡Oh, Merlín! Sabía que eras el peor sirviente de todo Camelot, pero ahora estoy seguro de que además eres el peor  de los luchadores con diferencia…
Pero, a pesar de burlarse de él, se acerca para ayudarlo a ponerse en pié, sin embargo, Merlín, herido en su orgullo, rechaza la mano extendida y, con una expresión muy ofendida, se quita el casco y la pesada pechera de metal, y da media vuelta.
Antes de que se marche, Arthur lo retiene, sujetándolo por el brazo.
-Vamos, no te enfades, Merlín… sabes que es broma.
Merlín suspira, está cansado de sus bromas.
-Ven aquí- dice el príncipe tirando de él y colocándose a su espalda. Tienes que coger la espada “así”- susurra en su oído mientras sujeta su mano  en la posición correcta.
Merlín se estremece al sentir el aliento cálido del príncipe en su cuello, y el silencio se extiende entre ellos.
Por una parte está Merlín, que no es realmente consciente de que este es uno de esos momentos “especiales” que puedes estropear si hablas o respiras, e incluso si parpadeas. Por suerte, Arthur reduce su cerebro a una masa de gelatina temblorosa y lo suficientemente inservible para no hablar, casi olvidarse de respirar, y estar demasiado ocupado mirando sus manos unidas como para parpadear.
Por otra parte, Arthur se da cuenta de que, por una vez, Merlín no se ha retirado al instante deshaciéndose en disculpas, como si el roce de su piel le quemara. Al contrario diría que su criado se acerca… un poco más, estrechando la distancia entre ellos. Así que el príncipe corresponde, rodeando el frágil cuerpo de Merlín con su otro brazo, haciéndole ponerse tan nervioso que desprende una pequeña ola de magia, iluminando la estancia con cientos de destellos dorados.
Inmediatamente, Arthur siente a Merlín tenso en sus brazos, porque, como ya le ha advertido antes, si alguien se entera de que tiene ese don, irá derecho al patíbulo…y…y ¡otra vez el maldito aliento en su cuello!
-No voy a dejar que nadie lo sepa.- susurra con voz ronca contra su piel- ... Y si se enteran… yo… te juro que no les dejaré hacerte daño Merlín… te protegeré del rey, de todos… y de mí… y de esas normas estúpidas…lo juro.
Y Merlín no puede sino creerle, lo cree, quiere hacerlo…Porque en ese momento, a él las normas le también le parecen estúpidas, sobre todo las que hablan sobre los peligros de la magia y las referidas a príncipes que deben casarse con princesas que ni conocen para concebir herederos por no sé qué del deber… si, sobre todo esas.
Pero ahora mismo esas normas no podrían importarle menos. Y Arthur decide que no le importan en absoluto…
Porque cuando aplasta a Merlín contra la mesa y parece que su pálido cuerpo va a acabar por fundirse con la madera o con él, y cuando lo siente estremecerse bajo su cuerpo o cuando, con voz ronca, le susurra al oído incoherencias que harían enrojecer hasta las puntas de las orejas al rey Uther… Ya no son un príncipe y su sirviente…  Porque cuando Merlín le abre su corazón y ¿por qué no? también las piernas… ya ni siquiera son un caballero y un mago… porque en algún punto entre “Oh, eres un real imbécil Arthur Pendragon” y “Joder… ¡oh, joder Merlín!” dejan de importar los títulos, las normas, los reyes… en algún punto se olvidan de todo eso y, entonces…  Cuando los ojos de pupilas dilatadas se encuentran con los otros, esos que tienen un “nosequé” dorado mezclado con el azul… entonces… sencillamente… son Arthur y Merlín.


-By Branya-

Fic - Alicia


Buenas, soy Gliff, aquí dejo el primer fic de nuestra galería de los horrores... En este caso, un songfic de Alicia en el País de las Maravillas  y solo advertir que es un tanto (muuuuuuuy) raro... y contiene algo de angst.
La canción en la que me basé para escribirlo se titula "Alicia" de Christina Rosenvinge, y realmente no tiene mucho que ver con el fic.
Espero que os guste...

Disclaimer: Como todos imaginareis, Alicia no es mía, yo solo la cojo para torturarla y descargar en ella mis frustraciones... xD

Alicia
                                                           <<Alicia sueña que baila, 
                                                               entre filos y cuchillas, 
                                                          busca algo suave en la radio,
                                                              y se traga otra pastilla…>>

-¡Quién se ha comido mis pasteles!- Volvió a preguntar la reina desde el estrado.
-Orden, orden en la sala, por favoooor…
<<Pum, pum,pum>>
Los golpes del mazo del Juez resonaban cada vez mas fuertes.
-¡Que le corten la cabeza! ¡Que les corten la cabeza a todoooooos!
-¡Oooorden!
<<Pum, pum,pum>>
El resonar de los mazazos comenzó a imponerse ante la fuerte algarabía reinante en la sala de audiencias.
<<Pum, pum,pum>>
-¡¡ALICIA!!
Una nueva voz llegó hasta sus oídos, una vos que se puso al mismo nivel de los golpes de la maza
-¡¡Alicia abre la puerta de una maldita vez!!
De pronto, el bullicio que la rodeaba desapareció, y con él se fueron el Conejo Blanco, la Reina, el Sombrerero, el Juez…
Solo quedaron los fuertes golpes y aquella voz… aquella voz que le resultaba tan familiar…
Por fin, su mente se aclaró, y la realidad fue tomando forma ante sus ojos…
… el lavabo, la bañera, la cesta repleta de ropa…
Se escuchó un golpe mucho más fuerte que los anteriores y la puerta por fin cedió, dando paso a alguien que corrió a situarse junto a ella. La sujetó por las muñecas, y masculló una serie de maldiciones.
-Joder, Alicia, ¿qué has hecho?
-¿J…Jake?
-Sí amor, soy yo…
-¿Qué ha pasado…?
-Lo has vuelto hacer…-respondió el hombre con un suspiro mientras la ayudaba a incorporarse,- vamos, cielo, tienes que lavarte la cara…
La muchacha se plantó frente al espejo del lavabo, y algo cayó de su mano y fue a estrellarse contra el suelo con un leve repiqueteo…
…una cuchilla de afeitar empapada en sangre.
Alicia centró su atención en el bote de pastillas volcado, cuyo contenido se hallaba esparcido por el suelo
-Dame la mano…
La joven obedeció y su amante comenzó a curarle la herida que le habría las muñecas, con sumo cuidado.
-Alicia, sabes lo que dijo el médico sobre esas pastillas…
-Y tu deberías saber que las necesito Jake…
-Ya pero…- el aludido la sujetó de la barbilla con delicadeza y le dio un suave beso en los labios,- …esto no puede seguir así cariño…


                                                    <<…enciende la luz y pregunta,                                                                       ¿Qué habéis hecho conmigo?,                
Era mi noche libre,       
 Estrenaba un vestido…>>


¿Dónde se había metido ese maldito conejo?
Cerró los ojos pare concentrarse y, en efecto, lo consiguió…
<<Tick, tock,tick,tock>>
Ese debía ser su reloj de bolsillo…
Alicia lanzó un fuerte alarido y encendió la lámpara que descansaba sobre la mesita de noche.
-Jake… Jake…
Tanteó con histeria la parte de recha de la cama en busca de su amado…
Pero entonces los recuerdos volvieron a su mente.
Jake, su Jake… Había aguantado mucho tiempo a su lado, soportando sus continuos ataques, sus numerosos intentos de suicidio… Todos sin rechistar, sin pedir nada a cambio…
Y ella lo sabía, y sabía también que no podía permitir que malgastase su vida con ella… Hacía ya un año que se había marchado… un año desde que ella lo echase de mala manera… pero todo había sido por el…
Alicia abrió el cajón de la mesita y sacó el botecito de pastillas.
¿Por qué le sucedía esto a ella?
Los psicólogos le había dicho una y otra vez que aquello solo era un producto de su imaginación… ellos no sabía nada, ellos no habían estado allí…
En su último viaje, le habían dado la posibilidad de quedarse allí para siempre… o volver a su mundo, y no regresar jamás… pero nada habían dicho de las consecuencias que acarrearía esta última decisión…
Desenroscó lentamente la tapa del recipiente y lo agitó con cuidado hasta que dos pequeñas píldoras cayeron sobre la palma de su mano.
Por lo visto, aquella era la única forma de regresar allí…



                                                     << Y ahora al despertar,                                                                Te sientes tan mal…>>

FIN

-Gliff-

Presentación

Damas y caballeros, dejenme que nos presente. Pese a que "Orgasm Donor" compartimos medio cerebro, un poco común (entre nuestros coetáneos) gusto por la lectura y una inexplicable tendencia a la divagación en lo que sea que escribamos, somos dos personas bastante diferentes.

Empezando por lo básico y elemental, os diré que Gliff es un chico, y Branya es una chica.
Gliff es de letras, y demás, está en el Círculo de Bellas Artes, lo que le requiere, básicamente... no hacer ni el huevo. Branya, por el otro lado, es de números, y estudia violín en el conservatorio del pueblo, lo que le supone... que ella tampoco hace ni el huevo.

Combinando estos dos factores obtenemos una buena suma de horas de lengua, biología, y otras tantas infumables asignaturas que destinamos a escribir y/o dibujar. Supongo que (por suerte) la debilidad por el boli y el papel es una de esas cosas que no entran en diferencias, sino en "cosas en común".

sábado, 10 de septiembre de 2011

Primero de todo.

Buenas, somos Gliff y Branya (no, obviamente no nos llamamos así, pero a quién le importa XD) un par de pseudoescritores de 16 años y aficionados a la pintura con bastante tiempo libre y mente ligeramente perversa. Este blog está destinado a ser nuestra galería de los horrores (gráfica y literaria), esperamos que os guste.